La innocentada del dia era el nomenament de Daniel Barenboim com a director del Conservatori de Madrid. La notícia apareixia així a 12Notas
28/12/2011.- El pianista y director judeo
argentino español ha aceptado ponerse al frente del Conservatorio de la
capital de España tras unas breves negociaciones, según han anunciado
fuentes responsables del sector educativo de la Comunidad de Madrid.
Barenboim es uno de los más prestigiosos músicos del
panorama mundial. Como director de orquesta y pianista ha alcanzado ya
los puestos más elevados del circuito occidental y había comenzado a
dedicar su inmensa popularidad a favorecer causas relacionadas con la
paz y entendimiento entre los pueblos, destacando su militancia a favor
del diálogo entre palestinos e israelita.
En España, aparte de sus frecuentes apariciones artísticas, ha dedicado una intensa energía a la Fundación que lleva su nombre, junto con el del pensador palestino Edward Said, una iniciativa que junta a jóvenes de diversos países para hacer de la música un lenguaje de fraternidad y tiene su sede en Sevilla.
El nombramiento del Barenboim como cabeza del Conservatorio Superior madrileño ha sorprendido a propios y extraños. El maestro, no obstante, lo ha razonado como una aportación trascendental a la pacificación de un sector como es el de la educación musical que tiene en Madrid una beligerancia que nada tiene que envidiar a los conflictos internacionales más señalados. Si Barenboim se ha enfrentado a sus propios hermanos judíos para que vuelvan a escuchar a Wagner y ha hecho del diálogo permanente entre enemigos una estrategia de enorme esperanza, ¿por qué no aplicar el mismo bálsamo a una madeja tan enredada como es el Conservatorio Superior madrileño?
El único punto polémico del acuerdo podría haber sido el del sueldo tal y como están las finanzas, pero el gran artista ha zanjado el asunto proponiendo cobrar un simbólico euro al año por su gestión. Exigiendo, eso sí, una flexibilidad de horarios y presencia física en el centro que le permita seguir atendiendo a todas sus obligaciones.
Este nombramiento, en suma, añade excelencia artística al ahorro económico y permite que el arisco y permanentemente enrabietado sector de la educación musical superior se sitúe a la altura de los grandes desafíos que la Comunidad de Madrid se plantea, como es el caso del gran macrocentro de apuestas y juegos de azar con el que se quiere poner el nombre de Madrid en lo más alto del circuito mundial de brillantes capitales. Por una vez, bien está lo que bien acaba.
En España, aparte de sus frecuentes apariciones artísticas, ha dedicado una intensa energía a la Fundación que lleva su nombre, junto con el del pensador palestino Edward Said, una iniciativa que junta a jóvenes de diversos países para hacer de la música un lenguaje de fraternidad y tiene su sede en Sevilla.
El nombramiento del Barenboim como cabeza del Conservatorio Superior madrileño ha sorprendido a propios y extraños. El maestro, no obstante, lo ha razonado como una aportación trascendental a la pacificación de un sector como es el de la educación musical que tiene en Madrid una beligerancia que nada tiene que envidiar a los conflictos internacionales más señalados. Si Barenboim se ha enfrentado a sus propios hermanos judíos para que vuelvan a escuchar a Wagner y ha hecho del diálogo permanente entre enemigos una estrategia de enorme esperanza, ¿por qué no aplicar el mismo bálsamo a una madeja tan enredada como es el Conservatorio Superior madrileño?
El único punto polémico del acuerdo podría haber sido el del sueldo tal y como están las finanzas, pero el gran artista ha zanjado el asunto proponiendo cobrar un simbólico euro al año por su gestión. Exigiendo, eso sí, una flexibilidad de horarios y presencia física en el centro que le permita seguir atendiendo a todas sus obligaciones.
Este nombramiento, en suma, añade excelencia artística al ahorro económico y permite que el arisco y permanentemente enrabietado sector de la educación musical superior se sitúe a la altura de los grandes desafíos que la Comunidad de Madrid se plantea, como es el caso del gran macrocentro de apuestas y juegos de azar con el que se quiere poner el nombre de Madrid en lo más alto del circuito mundial de brillantes capitales. Por una vez, bien está lo que bien acaba.
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