(L'editorial de la revista Scherzo, com sempre fixant-se en els grans auditoris i artefactes, sense mirar més enllà del terme municipal de Madrid o des de portes endins d'un gran auditori d'una gran ciutat. Tanmateix diu coses ben interessants)
Tiempo de recortes
Todos sabemos que en España la cultura está sometida a los avatares de la política, que todavía los cambios implican igualmente nuevas direcciones incluso para actividades bien encaminadas, que cumplen su función adecuadamente y que tratan de que su trabajo revierta en la sociedad. Pero también sabemos que aunque la cultura no se haga con intangibles —hace falta dinero—, su efecto puede parecer que lo fuera. Es decir, sólo se advierte en las ganas del personal porque se le dé más si le ha gustado, la buena educación ciudadana o el incremento del gusto de los jóvenes por la lectura, la música o las exposiciones. Nuestro sistema se basa en la subvención, en destinar una parte de los presupuestos generales del Estado o de las autonomías o de los municipios a fomentar la cultura. El otro modelo es el que se desarrolla en Norteamérica desde siempre y consiste en involucrar al capital privado y del propio público en función del interés de lo que se le ofrece o, precisamente, para que lo que se le ofrece sea de su interés.
Llegados al momento de crisis generalizada que vivimos por todas partes, cualquiera de los dos modelos presenta con evidencia sus ventajas y sus inconvenientes y ambos confluyen en el mismo punto, en ese que reconoce que las circunstancias son más duras que nunca. En España vienen —y vendrán más aún tras las elecciones generales— recortes que seguramente afecten a programaciones culturales tanto en la contratación como en la promoción de las mismas. Y esos recortes pudieran poner en dificultades a programadores, promotores e informadores. En Norteamérica hay orquestas
que han debido cerrar o bien reducir sus presupuestos, y las hay que hasta se declaran en bancarrota como único y paradójico modo legal de recuperación económica, como ha sucedido en Filadelfia. Es interesante recalcarlo porque es un modelo que también se defiende desde este lado del charco.
Habiendo quien opina que si la sociedad no quiere a la música ésta debe, simplemente, cesar, o mantenerse tan sólo en los escasísimos ciclos que no reciben subvención alguna, siempre, llegados a este punto, acabamos apelando a la imaginación como último recurso para atraer a un público que debiera ser siempre el objeto de cualquier política cultural, pues es quien la paga entre nosotros… además de pagar otras cosas que redundan mucho menos en su beneficio. No hemos sido capaces de hacer un país en el que la gente se implique seriamente en la cultura de su comunidad, esté dispuesta a pagarla, a ayudar a quienes le hacen feliz, en este caso, con la música. Y ahí habría que hacer algo para que lo mejor del modelo norteamericano —la presencia de la comunidad en la cultura— no trajera consigo lo peor —el conservadurismo de muchas programaciones impuesto por sus financiadores, el sometimiento a los ciclos económicos, a las crisis que van y vienen. Quizá sea pensar en la cuadratura del círculo y por eso puede resultar bien práctico, por ejemplo, mostrarle al público de siempre, y mucho más al nuevo, que la música no muerde y que tienen derecho a pedirla desde el momento en que se gestiona públicamente. En ese sentido, la idea de dedicar un día entero a la música en Madrid —el Sólo Música organizado por el CNDM en el Auditorio Nacional—, sin acomplejar a nadie, sin agredir ni al veterano ni al novel, con eclecticismo y naturalidad, sin que el concierto sea lo más parecido a un examen para recién llegados o a una ceremonia para iniciados, parece un camino excelente, en la línea del ya tradicional del Musika-Música bilbaíno.
Y luego, claro, está la necesidad de colaboración entre las administraciones, el procurar que la demagogia no sustituya al rigor, que se gaste con criterio, que se gestione adecuadamente, todo eso que cabe pedir a unos políticos que, entre otras cosas, deberán administrar con criterio esos recortes que, al margen de unas u otras teorías sobre su pertinencia, llevan tiempo cayendo… y lo que te rondaré.
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