La segona part del text de Fernando Delgado García sobre la música en el Tercer Reich.
A finales de la década de los ochenta, la discográfica Decca lanzó la colección Entartete Musik (Música degenerada) dedicada a los compositores “prohibidos por el nazismo”. La serie recuperó el título de una exposición celebrada en Düsseldorf entre el 24 de mayo y el 14 de junio de 1938. En aquella muestra se
expusieron materiales relacionados con autores de la nueva música (retratos, obras teóricas, partituras, grabaciones, revistas...) que eran vilipendiados en pancartas diseminadas por las salas. La idea central del montaje era denunciar
el dominio judío de la vida musical alemana. Sin embargo, el involuntario protagonista de la exposición fue el “ario” Ernst Krenek (1900-1991), acusado de “mezcla racial” por el uso del jazz en su exitosa ópera Jonny spielt auf (1927, Jonny se pone a tocar). En la lista de “degenerados” y “charlatanes sin raíces”, le acompañaban Arnold Schoenberg, Paul Hindemith, Anton Webern, Igor Stravinsky, Kurt Weill, Franz Schreker, Hanns Eisler, Ernst Toch y Alban Berg.
Las ideas sobre la degeneración artística tenían su origen en la antropología criminal desarrollada, a finales del XIX, por Cesare Lombroso. El siquiatra italiano creyó descubrir características físicas anormales en los individuos con tendencias delictivas. Esta degeneración –producto de una regresión genética mórbida– era la consecuencia física del deterioro moral del delincuente. En el libro Entartung (Degeneración) de 1893, su discípulo Max Nordau adaptó estos principios teóricos al mundo cultural: así, ciertas manifestaciones artísticas modernas tenían una base patológica, eran síntoma de la degradación espiritual de sus creadores. Adoptada por los teóricos nazis desde los años veinte, la idea de degeneración en las artes iba a ser el argumento central de las reflexiones artísticas nacionalsocialistas. La vaga definición del concepto permitió que fuese utilizado indiscriminadamente por los críticos cercanos al régimen. En el terreno de la música fue calificada de “degenerada” –según criterios particulares y divergentes– desde la atonalidad a la opereta, del jazz a ciertas versiones del neoclasicismo y, por supuesto, toda la producción de autores judíos, con independencia del estilo utilizado.
La exposición Entartete Musik reflejaba la visión sobre la realidad musical de Hans Severus Ziegler, consejero de estado de Weimar y uno de los jerarcas nazis más activos en la represión de las “músicas degeneradas”. En contraste con la exposición dedicada a las artes plásticas Entartete Kunst (Arte degenerado, Munich 1937), la muestra musical no era fruto de una iniciativa oficial sino de la
voluntad personal de un dirigente menor. Las generalidades sobre degeneración musical que salpicaban los discursos imperantes nunca llegaron a materializarse en la condena gubernamental de estilos musicales concretos. Por eso, Peter Raabe –presidente de la Reichsmusikkammer (Cámara de la Música del Reich) y máximo responsable del gobierno de la música alemana– consideró que Ziegler, al marcar a determinados compositores, había invadido sus competencias y elevó una protesta a las autoridades. Los medios de comunicación, controlados desde el Ministerio de Propaganda por Joseph Goebbels, apenas dieron cuenta de la muestra. La exposición cerró antes de lo previsto y, a diferencia de Entartete Kunst, no se repitió en otras ciudades del Reich.
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